Renuncia silenciosa: cuando el colaborador se queda pero ya se fue
No siempre se van con una carta formal. A veces se quedan, pero sin energía, sin compromiso, sin conexión.
A esto se le llama renuncia silenciosa (quiet quitting): el momento en que el colaborador deja de esforzarse más allá de lo básico, deja de proponer, deja de creer, pero sigue asistiendo, cumpliendo y cobrando.
Y aunque esté físicamente presente, emocionalmente ya se desconectó.
El problema no es solo que esa persona ya no sume. El problema es que sigue ocupando un espacio que podría estar impulsando valor. Y que, además, ese tipo de desmotivación silenciosa… contagia.
¿Por qué sucede la renuncia silenciosa?
Según un artículo de Harvard Business Review, el quiet quitting no es pereza. Es una respuesta. Una forma de protegerse cuando se sienten:
- No reconocidos.
- No escuchados.
- Mal liderados.
- Quemados por exigencias sin reciprocidad.
📖 Fuente: https://hbr.org/2022/08/quiet-quitting-is-about-bad-bosses-not-bad-employees
Y aquí entra la frase que lo resume en parte:
“Los colaboradores no renuncian a la empresa, renuncian al jefe”.
Porque no es falta de profesionalismo. Es agotamiento emocional acumulado ante un liderazgo que no acompaña, que no comunica, que no inspira y una organización que no se ocupa y preocupa por los colaboradores que la conforman.
¿Cómo se ve un colaborador que ya renunció en silencio?
No hay carta. No hay aviso. Pero hay señales:
- Hace solo lo mínimo.
- Deja de hacer preguntas.
- Ya no da ideas ni propone soluciones.
- Evita conversaciones difíciles.
- Asiste, pero no se involucra.
- Cumple… pero sin alma.
Y lo más peligroso: esa actitud se vuelve cultura.
¿Qué puede hacer el líder?
No se trata de exigir más. Se trata de recuperar la conexión humana.
✔ Reconocer el esfuerzo, no solo los resultados.
✔ Dar claridad de propósito.
✔ Escuchar sin interrumpir.
✔ Preguntar con intención: ¿cómo estás… de verdad?
✔ Corregir sin humillar.
✔ Celebrar sin condiciones.
Y sobre todo: liderar con presencia.
Porque, como lo decía Bill Catlette: “Lo peor que puede pasar en una organización es que los colaboradores renuncien, pero sigan yendo a trabajar.”
No siempre sabrás quién está por irse. Pero puedes construir una cultura donde la gente no tenga que renunciar emocionalmente para protegerse. La renuncia silenciosa no es un acto de flojera. Es un síntoma de que algo está fallando en la relación entre la persona, su líder y el entorno.
No es tarde para recuperar a quien ya se está yendo por dentro. Pero hay que mirar más allá de la asistencia y volver a liderar con humanidad.
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